martes, 17 de junio de 2014

Corrupción y mediocracia en la universidad

Corrupción y mediocracia en la universidad (*)

La crisis de la universidad peruana perdura hace décadas. Su interpretación puede ser sostenida a la luz de la simbiosis de la teoría de los tres Ejes de la universidad: la investigación científica, la formación profesional y la gestión. La investigación científica -actividad esencial, distintiva, inmanente de la universidad-, es inexistente por cuanto no se produce ciencia, tecnología e innovación en los niveles y calidades que los tiempos actuales demandan. La formación profesional carece de calidad que imposibilita formar profesionales de nuevo tipo con adecuados niveles de competitividad y de empleabilidad por ser una universidad eminentemente profesionalizante inserta aún a la arcaica metodología de la “enseñanza-aprendizaje”. Por su parte, la gestión de la universidad es obsoleta, sobredimensionada y burocrática con evidentes indicios de corrupción y de mediocracia que imposibilita instaurar la calidad en la díada investigación científica-formación profesional.

La corrupción es un fenómeno social pernicioso, repugnante y abominable que va más allá de su carácter puramente pecuniario. Es decir, la corrupción no sólo significa sobornar, cohechar o coimear con dinero contante y sonante para “romper la mano” y lograr indebidamente beneficios particulares. En el caso particular de la universidad, la corrupción  -además de la connotación monetaria- se manifiesta en: hacerse y asirse de los cargos irregularmente quebrantando los valores éticos así como las normas legales; abusos de autoridad y persecución; asumir cargos sin tener las capacidades para ejercerlos; el encubrimiento de actos de corrupción; otorgarse subvenciones económicas escamoteando dinero público; fraudes de grados y títulos (falsos magísteres y doctores); mantener con dinero del Estado a operadores, aduletes y escribas de quienes están en el poder; el plagio, falsificación y tráfico de documentos y de Notas; el facilismo y mediocridad en lo académico y en las investigaciones; ingresar a la docencia, ratificarse y promoverse de manera fraudulenta;  docentes a tiempo completo o a dedicación exclusiva de manera  dolosa o que se mantienen en la mediocridad y sin investigar; compra de votos, voluntades y conciencias; etcétera.

Por su parte, la mediocracia –en términos de Ingenieros- es el poder de la mediocridad. El cuadro administrativo de la universidad (rector, vice-rectores, decanos, directores, jefes, etc.) está constituido -por regla general y con algunas excepciones- de gente no necesariamente destacada por méritos, capacidades intelectuales ni talentos para la gestión de la universidad sino porque “saben” armar componendas, ejercer politiquerías, infligir castigos a sus opositores, tejer granjerías, cubilitear, propinar perfidias, trenzar embustes y diatribas, otorgarse estipendios malhadados,  hacer cálculos políticos y lobbies. Es decir, gente inepta, docentes de pacotilla que están en los cargos porque el sistema lo permite así, sin dar cabida a la meritocracia.

Así, es fácil encontrarse en la gestión de la universidad con gente crápula e inescrupulosa: ayatolas, capitostes, falsos doctores, estafadores, acomodaticios, déspotas, aduletes, mediocres, genuflexos, timoratos, vocingleros, pérfidos, patanes. Y, vaya, verlos pedantes y erguidos “trabajando” para asirse a los cargos por años, por décadas “ganando” más que un congresista, ministro o presidente de la República, mientras que un profesor investigador en el llano recibe irrisorias cantidades. Están convencidos –parafraseando a Bustamante- que la universidad es un regalo de los dioses. He ahí la razón del porqué la casta de “autoridades” y funcionarios de la universidad no dejan fácilmente la “mamadera” y luchan por la “autonomía”. ¿Y qué es, para ellos, la investigación científica y la calidad académica?, son asuntos sin importancia y pueden esperar por siempre, porque primero están sus intereses. Es decir, la mediocracia ha convertido a la universidad, que es por naturaleza un centro de sabios, en un centro de sabidos, de pendejos.

Ahora bien. La corrupción y la mediocracia en la gestión de la universidad son siameses, una no existe sin la otra. La construcción de una nueva universidad, moderna y competitiva, propia del siglo XXI, exige la extirpación gradual de esta nefasta díada.  Para ello es necesario que la universidad forme parte de la política nacional de Estado. Nunca más una universidad burbuja, aislada, “autónoma” y de espalda a su realidad y a la del país. Necesitamos una universidad que realmente contribuya al desarrollo del país.

Ciudad Universitaria de San Marcos, 10 de junio de 2014

 Dr. Nemesio Espinoza Herrera

(*) El Dr. Íziga me ha pedido escribir sobre mi opinión respecto al tema de la corrupción en la universidad. He aquí el texto que someto a su evaluación.